miércoles, 29 de septiembre de 2010

Perros locos, toros sociales

Durante la tarde de ayer martes 28 de septiembre, la 2 de Televisión Española emitió uno de sus habituales documentales, pero en este caso no eran ni leones persiguiendo a gacelas, ni tiburones devorando a focas, sino que el documental habló sobre animales muy cercanos al ser humano, tanto como lo son los perros.

Desde hace ya varios años y más con el aumento de la pseudo-modernidad impuesta por los mass media en las desnaturalizadas urbes, hemos visto cómo cada vez es más habitual ver a perros más abrigados que algunos humanos, y no me refiero a la natural capa de pelo que los cánidos ya traen de serie, sino a lujosas prendas de vestir que sus dueños/as se empeñan en poner a sus mascotas, como si al pobre perrito le gustase tal excentricidad. Por supuesto que volveré a apoyar la libertad individual para disfrazar a su mascota como más le convenga; pero esta moda canina llama más la atención cuando un caniche desprovisto de sus rizos naturales, pelado en conjunto salvo en estratégicos puntos pensados para construir una oda imaginativa a la peluquería canina más hortera, éste permanece atado al tronco de un árbol junto al mendigo que, con harapos, pide en la puerta del supermercado al que el dueño/a del trajeado animalito ha entrado a realizar su compra semanal.

Chihuahua ¿humano?
Sigamos en esta comparación humano-canino; sé que no es correcto realizar una comparación entre animales y personas por no tratarse de seres equiparables, ya saben por aquello de la racionalidad y la irracionalidad o los derechos, sentimientos, etc…, pero correré el riesgo; también en la tarde de ayer y una vez visto el documental al que hago referencia en el comienzo de este artículo me acerqué a un gran supermercado como acompañante. Mientras unos hacían la compra yo me dirigí movido por instintos infantiles a la zona de juguetería, allí comencé a recorrer cada estantería observando los juguetes que hoy hacen felices a los niños: robots, coches de carreras, luchadores, armas de todo tipo, muñecas de sonrisa simple y miles de animales plastificados de mil formas y colores, animales representados como animales, es decir, los cerdos descansan sobre cuatro patas y no dos, y gruñen: no hablan y menos cantan, eso sólo ocurre en el resto de nuestra vida ficcional. Pero cuál fue mi sorpresa que cuando ya creía que habían terminado los juguetes, tras la sección de electricidad volvieron a absorberme multitud de cachivaches coloridos, blandos algunos, duros otros… en ese momento pensé que me encontraba en la sección de bebés, pero un saco enorme de pienso para perros me devolvió a la realidad; aquellas estanterías mostraban juguetes para perros, unos juguetes que recordaban demasiado a los que utilizan los niños en sus primeros meses de vida, tal vez otra excentricidad que los perros más perros, aquellos que todavía pueden sentirse orgullosos de pertenecer a la raza canina por comportarse como perros, odiarían si tuviesen capacidad de odiar.

Y sobre esto precisamente habló el documental: de perros locos por culpa de los propios humanos. Dicho audiovisual afirmaba que diversas razas de perros acomodadas al ser humano por el ser humano (véase un chihuahua) carecían de cualquier oportunidad de supervivencia en la naturaleza, de modo que estos pseudo-perros a menudo mostraban patologías graves ocasionadas por el tratamiento humano al que se estaba sometiendo al perro; de este modo explicaba el narrador el hecho: “dígale a un perro que corra y estará todo el día corriendo, dígale a un perro que busque y buscará todo el día, dígale a un perro que cace y estará todo el día cazando pero dígale a u perro que sea un humano y el perro no sabrá lo que hacer”, así pues los perros-humanos resultan ser animales muy desgraciados que sin saber siquiera a qué raza pertenecen, si a humanos o a perros, deben, dentro de su inconsciencia, asumir tratos hospitalarios para humanos pero tremendamente fastidiosos para perros que les provocan desequilibrios psíquicos que más tarde son tratados en programas de televisión al más puro estilo Bricomanía.

De este modo, podemos afirmar que cada vez nos encontramos más rodeados de perros locos atados a un dueño/a que creen tener como mascota a un ser igual que él; trato desnaturalizado que no encontramos por ejemplo en los pueblos, lugares donde el perro sigue siendo tratado como tal y cuida ovejas, caza, corre, ladra y aúlla sin ser reprimido.

Es en este sentido en donde entra en juego la figura del toro, un animal tremendamente unido al ser humano en tradiciones y rituales pero que sigue siendo tratado como el animal que es: un toro bravo. A nadie se le ocurriría ponerle un jersey de punto a un Domecq o un Victorino, ni siquiera se entendería que un ser humano tuviera una relación afectiva con un burel.

El toro de lidia, hoy por hoy, es uno de los animales más ligados al ser humano y que menos tratos humanos recibe, el toro es toro y así se le trata dejando que demuestre su bravura en calles y plazas, otorgándole la oportunidad de demostrar que es un animal con todas las letras, sin quebrantos psicológicos ni pérdidas de identidad. De ahí la grandeza de la fiesta de los toros; quien ve a un toro ve la naturaleza en estado puro, sin mentiras, sin ser tratado como un hermano, un hijo o un abuelo, y permitiendo que el animal mantenga así todas sus facultades sociales intactas, ya que un toro como un perro es un animal social que necesita pertenecer a un grupo, a una manada, pero el perro ya ni siquiera sabe a qué manada pertenece ni si tiene una manada.

¿Se imaginan un nuevo programa televisivo en el que el “Adiestrador de Toros” sopese y estudie las patologías psicológicas de los toros-humanos para devolverles la tranquilidad que les ha sido arrebatada?

Cuánto quisiera un perro si tuviera conciencia ser tratado como un toro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario