lunes, 15 de noviembre de 2010

Excusatio non petita, accusatio manifesta

Las constantes cesiones que el mundo taurino está llevando a cabo con los antitaurinos abre dudas sobre lo correcto de la tauromaquia en todos sus niveles. Curiosamente, lejos de comenzar a sacar pecho, cada vez bajamos más la cabeza hacia el suelo y nos disculpamos antes de que nos pidan confesión como admitiendo nuestro mal por participar en rituales taurinos. ¿por qué razón escuchamos constantemente en coloquios y conferencias disculpas hacia el sufrimiento del toro?, es decir, ¿por qué afirmamos apresuradamente que se toman medidas para que el toro no sufra?; no nos equivoquemos, por el momento yo todavía no tengo cargo de conciencia como para afirmar constantemente que el toro no sufre; lo primero diremos que no sabemos si sufre o no sufre, aunque el único estudio al respecto y aún sin rebatir del profesor Illera dice que el toro no sufre como cabe esperar, de modo que no veo por qué debemos admitir que nuestras tradiciones cada vez miran más por el animal en vez de preocuparnos por intensificar el verdadero valor del rito y el transfondo humano que ha mantenido hasta hoy la fiesta taurina. Dejemos de admitir chorradas; sí, probablemente al toro le estresa, sí, probablemente al toro le duele y sí, probablemente el toro al final muere, pero al igual que lo hacen el resto de nuestros animales con la diferencia de que el toro mantiene su posición animal desde tiempos inmemoriales sin modificación.

Tal vez la clave esté en decir las cosas claras y no temer las represalias por defender valores y ritos que ya en pocos lugares se encuentran, ahora mola más el individualismo agresivo que la colectividad reflexiva. Dejemos de pedir perdón y asumamos todo lo que nuestra fiesta significa con todos sus matices aunque seamos atacados por ello, ya que en estos matices es precisamente donde reside el gran atractivo simbolista a pesar de que estos símbolos tengan forma de sangre, fuego, soga, lanza o franela.

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